Aquí nomás fusilaron a Santiago de Liniers. Por contrarrevolucionario. Por oponerse al país que soñaban los muchachos de Mayo. Y porque era un francés al servicio de Sus majestades de España. Mariano Moreno lo fulminó y Juan José Castelli, el verbo incendiario de la Revolución, viajó hasta aquí para darle el pistoletazo de gracia el 26 de agosto de 1810 apenas a tres meses y un día de los gritos en el Cabildo.
Cruz Alta, a 350 kilómetros de la capital cordobesa y a 120 de Rosario, no vive de la historia. La lleva a cuestas con dignidad mientras navega en lo que sus ciudadanos definen como "mar de la soja y cuna de la siembra directa". Es un pueblo de ocho mil habitantes marcado a fuego por el conflicto que enfrentó en 2008 al Gobierno con el campo y que le planta cara como puede a la crisis económica mundial.
Es un bastión peronista, gobernado desde hace diez años por el PJ pero que estuvo dieciséis años en manos de los radicales. Los jóvenes murmuran entre divertidos y resignados que no hay mucho para hacer en Cruz Alta, "tenemos un casino y dos cabarets"; pero el pueblo tiene también cuatro colegios secundarios, cinco primarios, dos institutos terciarios, curtiembre, fábrica de botones y de tanques plásticos y una industria dedicada a fabricar maquinarias agrícolas próspera y floreciente, hoy también golpeada por la crisis.
Hasta aquí llegó Luis Juez, un peronista escindido del peronismo que fue, con partido propio y voz enronquecida de tanto discurso, a hacer campaña.
El hombre no es bienvenido en Cruz Alta. Fue vapuleado en las elecciones de 2007. Pero le gustan los desafíos, las apuestas fuertes y ser un funámbulo entre mastodontes. Encara lo que encara con cierto descaro, con un humor desfachatado que tiene la marca en el orillo y con una energía de trapecista tal vez útil en estos tiempos en los que se revisa todo lo sabido y cierta política se hace entre panderetas y con la foca de la pelota en la nariz. Quiere ser senador el 28 de junio. Y gobernar la provincia en dos años más. Amén.
La ruta que lleva y trae peregrinos, ambiciones, soja y sueños, corre orgullosa a la vera del antiguo Camino Real, que llevaba y traía casi lo mismo, menos la soja, desde Buenos Aires al Alto Perú. El pueblo de Cruz Alta fue una posta de caballos identificada por una alta cruz fácilmente detectable a la distancia, en medio de la nada.
El intendente es Diego Passerini, un cuadro del PJ que hoy domingo cumple 48 ("Me vino Juez de regalo") con un hermano que fue ministro del peronista José Manuel De la Sota y es hoy presidente del bloque de legisladores partidarios, la voz del gobierno de Juan Schiaretti, en el congreso provincial. Ambos, hay dos hermanos más, son hijos de un ex titular del Concejo Deliberante local entre 1973 y 1975, cuando el horno no estaba para nada. Son doble P: Peronistas puros.
En el pueblo, el desencanto tiene la fuerza intensa que tuvo el amor. Suele suceder. Passerini lo define, es su estilo, en una frase:
-Este pueblo fue kirchnerista.
Razón lleva. El ex presidente ganó en Cruz Alta en 2003, cuando en Córdoba ocupó un, olvidémoslo rápido, quinto puesto. La presidente Cristina Fernández también ganó en Cruz Alta en 2007, cuando en Córdoba ocupó un decoroso tercer lugar. Todo se fue a las cloacas el 11 de marzo del año pasado, cuando se instrumentó la resolución 125 de retenciones móviles. Cruz Alta y los pueblos cercanos de Córdoba y Santa Fé, hermanados en la desdicha, fueron puntales del enfrentamiento contra el Gobierno. Un municipio de la provincia hermana hasta se declaró "Capital Nacional de la Protesta".
Un productor de maquinarias agrícolas también usó una frase lapidaria para definir el desencuentro: "Acá se frenó la economía un año antes de la crisis mundial". Esas cosas dejan rencores. Los hombres del campo, con reservas de cosechas guardadas, han decidido no invertir un solo peso en nada. Y la recesión se nota en los comercios, en las calles vacías, con la gente que además le escapa a un otoño helado, con una llovizna fina y persistente, como clavos en el alma, que parece hasta de mal augurio.
El intendente Passerini usará otra frase breve y tajante para hacer trepidar su decepción: "La Nación se encargó de frenar lo que había tenido la virtud de no entorpecer". Es buena, no digan. Le costó carísimo. El dinero ya no llega de la Nación, la economía pública trepida y el viernes a la noche Passerini y los concejales estuvieron a punto de salir a recolectar la basura ante un conflicto con los municipales que hace dos meses no cobran. Hubo conciliación.
Ese es el pueblo, que no soñaron los chicos de Mayo, que recibió a Juez. Habló en el Club de los Abuelos para unas trescientas personas. Les pidió compromiso. Y los votos.
No muy lejos del candidato, una señora, fascinada con su oratoria y su humor, lanzó una frase sincera, sin el menor vestigio de ironía.
-Es igualito al de la tele.
Castelli nos perdone, una vuelta de carnero a la vera del Camino Real.
Cruz Alta, a 350 kilómetros de la capital cordobesa y a 120 de Rosario, no vive de la historia. La lleva a cuestas con dignidad mientras navega en lo que sus ciudadanos definen como "mar de la soja y cuna de la siembra directa". Es un pueblo de ocho mil habitantes marcado a fuego por el conflicto que enfrentó en 2008 al Gobierno con el campo y que le planta cara como puede a la crisis económica mundial.
Es un bastión peronista, gobernado desde hace diez años por el PJ pero que estuvo dieciséis años en manos de los radicales. Los jóvenes murmuran entre divertidos y resignados que no hay mucho para hacer en Cruz Alta, "tenemos un casino y dos cabarets"; pero el pueblo tiene también cuatro colegios secundarios, cinco primarios, dos institutos terciarios, curtiembre, fábrica de botones y de tanques plásticos y una industria dedicada a fabricar maquinarias agrícolas próspera y floreciente, hoy también golpeada por la crisis.
Hasta aquí llegó Luis Juez, un peronista escindido del peronismo que fue, con partido propio y voz enronquecida de tanto discurso, a hacer campaña.
El hombre no es bienvenido en Cruz Alta. Fue vapuleado en las elecciones de 2007. Pero le gustan los desafíos, las apuestas fuertes y ser un funámbulo entre mastodontes. Encara lo que encara con cierto descaro, con un humor desfachatado que tiene la marca en el orillo y con una energía de trapecista tal vez útil en estos tiempos en los que se revisa todo lo sabido y cierta política se hace entre panderetas y con la foca de la pelota en la nariz. Quiere ser senador el 28 de junio. Y gobernar la provincia en dos años más. Amén.
La ruta que lleva y trae peregrinos, ambiciones, soja y sueños, corre orgullosa a la vera del antiguo Camino Real, que llevaba y traía casi lo mismo, menos la soja, desde Buenos Aires al Alto Perú. El pueblo de Cruz Alta fue una posta de caballos identificada por una alta cruz fácilmente detectable a la distancia, en medio de la nada.
El intendente es Diego Passerini, un cuadro del PJ que hoy domingo cumple 48 ("Me vino Juez de regalo") con un hermano que fue ministro del peronista José Manuel De la Sota y es hoy presidente del bloque de legisladores partidarios, la voz del gobierno de Juan Schiaretti, en el congreso provincial. Ambos, hay dos hermanos más, son hijos de un ex titular del Concejo Deliberante local entre 1973 y 1975, cuando el horno no estaba para nada. Son doble P: Peronistas puros.
En el pueblo, el desencanto tiene la fuerza intensa que tuvo el amor. Suele suceder. Passerini lo define, es su estilo, en una frase:
-Este pueblo fue kirchnerista.
Razón lleva. El ex presidente ganó en Cruz Alta en 2003, cuando en Córdoba ocupó un, olvidémoslo rápido, quinto puesto. La presidente Cristina Fernández también ganó en Cruz Alta en 2007, cuando en Córdoba ocupó un decoroso tercer lugar. Todo se fue a las cloacas el 11 de marzo del año pasado, cuando se instrumentó la resolución 125 de retenciones móviles. Cruz Alta y los pueblos cercanos de Córdoba y Santa Fé, hermanados en la desdicha, fueron puntales del enfrentamiento contra el Gobierno. Un municipio de la provincia hermana hasta se declaró "Capital Nacional de la Protesta".
Un productor de maquinarias agrícolas también usó una frase lapidaria para definir el desencuentro: "Acá se frenó la economía un año antes de la crisis mundial". Esas cosas dejan rencores. Los hombres del campo, con reservas de cosechas guardadas, han decidido no invertir un solo peso en nada. Y la recesión se nota en los comercios, en las calles vacías, con la gente que además le escapa a un otoño helado, con una llovizna fina y persistente, como clavos en el alma, que parece hasta de mal augurio.
El intendente Passerini usará otra frase breve y tajante para hacer trepidar su decepción: "La Nación se encargó de frenar lo que había tenido la virtud de no entorpecer". Es buena, no digan. Le costó carísimo. El dinero ya no llega de la Nación, la economía pública trepida y el viernes a la noche Passerini y los concejales estuvieron a punto de salir a recolectar la basura ante un conflicto con los municipales que hace dos meses no cobran. Hubo conciliación.
Ese es el pueblo, que no soñaron los chicos de Mayo, que recibió a Juez. Habló en el Club de los Abuelos para unas trescientas personas. Les pidió compromiso. Y los votos.
No muy lejos del candidato, una señora, fascinada con su oratoria y su humor, lanzó una frase sincera, sin el menor vestigio de ironía.
-Es igualito al de la tele.
Castelli nos perdone, una vuelta de carnero a la vera del Camino Real.
Alberto Amato, Clarin, 31/5/2009
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