Un informe reservado que circula en el Gobierno admite, por primera vez, que la Argentina podría llegar a tener que importar carne vacuna en 2010, si sus habitantes siguen consumiendo unos 68 kilos anuales por habitante, el más elevado en el planeta. En EE.UU., que sigue en la lista se consumen 44 kilos per cápita.
Especialistas de la Secretaría de Agricultura estimaron que la producción de carne caería en 2010 a 2,67 millones de toneladas, desde las 3,11 millones esperadas para este año. En ese escenario no quedaría carne para exportar. Y hasta haría falta comprar unas 1.000 toneladas en el extranjero, para atender un consumo que se calculó en 2,68 millones de toneladas.
El informe oficial es muy breve pero contiene cifras claves para entender la magnitud de la crisis que atraviesa la ganadería. Fue elaborado por la Dirección de Mercados Agroalimentarios y ya llegó a manos del secretario Carlos Cheppi y la ministra Débora Giorgi. Clarín pudo acceder a una copia del trabajo: confirma el crítico escenario anticipado por todos los analistas privados, pero que hasta ahora es negado por el Gobierno.
¿Qué dice el informe? Que el stock ganadero actual, de 55,3 millones de animales, podría retroceder en 2010 hasta 47,9 millones de cabezas, y que por lo tanto la producción de carne también caería drásticamente. Se restarían a la oferta unas 438 mil toneladas. El retroceso sería de 14%.
Los técnicos de Agricultura no abordan las causas de tan fuerte ajuste sino que se limitan a las cifras. Queda claro, sin embargo, que tomaron en cuenta la feroz sequía y otro fenómeno igual de devastador, del que no podrían hablar demasiado: la propia política oficial, que "pisando" los precios internos y limitando las exportaciones desalentó la producción vacuna, a la vez que propició un elevado consumo interno. La elevada matanza de hembras, de más del 50% de la faena, da cuenta exacta de este largo proceso de liquidación que comenzó en 2006.
En este escenario, el trabajo no descarta para 2010 una "posible importación de carne para abastecer el mercado local", así como la desaparición de saldos exportables. La Argentina, que llegó a ser el primer exportador mundial hace cinco décadas, resignaría así no solo su prestigio sino la venta al extranjero de unas 450.000 toneladas de cortes vacunos. En 2008, este negocio representó divisas por US$ 1.500 millones.
Esta proyección se construyó sin tocar otras variables, como el peso promedio de faena (actualmente de 214 kilos al gancho) y el consumo interno de carnes, que desde 2007 se mantiene estable entre 67 y 68 kilos per cápita. Es decir que el choque previsto para 2010 podría evitarse por alguna de esas vías: que suba el peso de los vacunos que llegan al frigorífico (y así aumente la producción de carne) o que se reduzca el consumo de los argentinos. La primera alternativa no parece probable en medio de una fuerte sequía y ante el encarecimiento de los granos. La segunda opción es política y culturalmente muy resistida.
Muchos analistas privados ya daban por descontado que la Argentina importaría carne en el corto plazo. Pero otros, como el respetado Ignacio Iriarte, descreen que se vaya a llegar a esa insólita instancia. Consideran, en cambio, que cuando se produzcan los faltantes habrá mayores precios que actuarán como freno al consumo interno. Aunque ya sufrió aumentos, en términos relativos la carne sigue siendo competitiva. Esto es: un kilo puede costar $20, pero es más rendidor que una pizza que, pese a tener un costo menor, puede llegar a valer el doble.
Por MATIAS LONGONI; Diario CLARIN, 12 de mayo de 2009.-
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