Los productores pisan la mejor tierra agrícola del país. El lote sembrado con soja queda a 5 kilómetros de Pergamino. La cosechadora avanza y desde arriba Hugo Michetti confirma el desastre: "Salen menos de 15 quintales". El año pasado, ese mismo campo ofrecía 38 quintales. Un perro se aproxima y comienza a escalar sobre la pierna de uno de los chacareros. "Lo único que me faltaba --dice el hombre, que espanta al animal-- ¡Que me monte un perro!" Ríen todos, para no llorar.
En Pergamino, como en la mayor parte de la región pampeana, la cosecha de soja es mucho peor de lo esperado. En muy contados casos se superan los 20 quintales. La sequía hizo estragos y la lluvia llegó tarde. Jorge Solmi, de la Federación Agraria, arranca una planta y se la muestra a Clarín: tiene 20 chauchas desparejas, cuando lo normal son sesenta.
Esta ciudad fue símbolo de la prosperidad cuando la cosa en el campo andaba, los últimos años. Pero desde 2008 todo anda para atrás y bien lo sabe el secretario local de la Producción, Daniel Freggiaro. Calcula que en el último quinquenio, con una cosecha de 775 mil toneladas, Pergamino produjo por U$S 300 millones. Cien fueron al Estado por las retenciones, pero 200 quedaron en el circuito local y generaron una envidiable movilidad. Este año, cuando cierre la cosecha, la producción local habrá caído a 450.000 toneladas y los ingresos de los chacareros todavía más, a menos de 100 millones. Las pérdidas por la sequía y la caída de los precios agrícolas reducirán el circulante en la zona hasta la mitad.
Entre los productores, la situación es de quebranto general. Quedan peor parados los muchos que alquilaron campos para sembrar y pagaron por ellos, al iniciar la campaña, hasta 18 quintales por hectárea. Es plata que hoy no llegan a recuperar.
El de Néstor Perera, un productor chico de la vecina Arroyo Dulce, es un caso que se repite en toda esta geografía. Arrendó 70 hectáreas que le rindieron 12 quintales. Alquilar le costó 16 y producir la soja otros 14. ¿El balance? perdió 18 quintales por hectárea, no menos de 90.000 pesos. Era el dinero que necesitaba para vivir y también para volver a sembrar. "Estamos perdiendo el doble de lo que ganamos cuando la Presidenta decía que teníamos una renta extraordinaria", resume. Perera admite temor: "Yo me quedo afuera del negocio".
En el bar "El refugio" conversan Julio Lieutier y Francisco Santillán, dos agrónomos que trabajan campos más grandes. El primero es asesor de los Grupos CREA, el segundo delegado de la Rural. Calculan que se están perdiendo hasta 300 dólares por hectárea. "No es ganancia lo que se pierde, es capital de trabajo", enfatiza Lieutier, preocupado por los que quedarían en el camino. Los técnicos esperan un escenario de mayor concentración, gran endeudamiento y extrema "sojización". El "yuyo" es el cultivo de menor inversión.
Pergamino es fruto de la colonización agrícola: allí quedan unos 1.900 chacareros. Es ese tejido social el que ahora comenzó a crujir. Solmi cree que es hora de que el Estado devuelva algo de lo mucho que recaudó por retenciones. "Los socios son en las buenas y en las malas", razona. A su lado, Michetti ríe incrédulo. Por la pobre soja que cosechó. Y porque no cree que ese reclamo vaya a prosperar.
En Pergamino, como en la mayor parte de la región pampeana, la cosecha de soja es mucho peor de lo esperado. En muy contados casos se superan los 20 quintales. La sequía hizo estragos y la lluvia llegó tarde. Jorge Solmi, de la Federación Agraria, arranca una planta y se la muestra a Clarín: tiene 20 chauchas desparejas, cuando lo normal son sesenta.
Esta ciudad fue símbolo de la prosperidad cuando la cosa en el campo andaba, los últimos años. Pero desde 2008 todo anda para atrás y bien lo sabe el secretario local de la Producción, Daniel Freggiaro. Calcula que en el último quinquenio, con una cosecha de 775 mil toneladas, Pergamino produjo por U$S 300 millones. Cien fueron al Estado por las retenciones, pero 200 quedaron en el circuito local y generaron una envidiable movilidad. Este año, cuando cierre la cosecha, la producción local habrá caído a 450.000 toneladas y los ingresos de los chacareros todavía más, a menos de 100 millones. Las pérdidas por la sequía y la caída de los precios agrícolas reducirán el circulante en la zona hasta la mitad.
Entre los productores, la situación es de quebranto general. Quedan peor parados los muchos que alquilaron campos para sembrar y pagaron por ellos, al iniciar la campaña, hasta 18 quintales por hectárea. Es plata que hoy no llegan a recuperar.
El de Néstor Perera, un productor chico de la vecina Arroyo Dulce, es un caso que se repite en toda esta geografía. Arrendó 70 hectáreas que le rindieron 12 quintales. Alquilar le costó 16 y producir la soja otros 14. ¿El balance? perdió 18 quintales por hectárea, no menos de 90.000 pesos. Era el dinero que necesitaba para vivir y también para volver a sembrar. "Estamos perdiendo el doble de lo que ganamos cuando la Presidenta decía que teníamos una renta extraordinaria", resume. Perera admite temor: "Yo me quedo afuera del negocio".
En el bar "El refugio" conversan Julio Lieutier y Francisco Santillán, dos agrónomos que trabajan campos más grandes. El primero es asesor de los Grupos CREA, el segundo delegado de la Rural. Calculan que se están perdiendo hasta 300 dólares por hectárea. "No es ganancia lo que se pierde, es capital de trabajo", enfatiza Lieutier, preocupado por los que quedarían en el camino. Los técnicos esperan un escenario de mayor concentración, gran endeudamiento y extrema "sojización". El "yuyo" es el cultivo de menor inversión.
Pergamino es fruto de la colonización agrícola: allí quedan unos 1.900 chacareros. Es ese tejido social el que ahora comenzó a crujir. Solmi cree que es hora de que el Estado devuelva algo de lo mucho que recaudó por retenciones. "Los socios son en las buenas y en las malas", razona. A su lado, Michetti ríe incrédulo. Por la pobre soja que cosechó. Y porque no cree que ese reclamo vaya a prosperar.
"Nunca tuvimos un año tan seco"
El primer Michetti llegó a Pergamino en 1920 y recién cuatro décadas después pudo comprar su primer pedazo de campo. Sus hijos, Alfredo y Oscar, de 80 y 81 años, nacieron en el lugar y no recuerdan haber visto una sequía tan dura. Hugo, la tercera generación, comenzó a cosechar un lote de soja al mediodía y pasadas las 19 todavía no había logrado completar la carga del camión que conducía Alejandro, el cuarto Michetti.
La familia tuvo buenos años. De la última racha da cuenta la cosechadora verde que maneja Hugo. Llegar a la John Deere es el sueño de todo chacarero; ellos pudieron en 2006, con el viento a favor. Este año sembraron 200 hectáreas propias y 170 alquiladas. En la mayoría de los lotes sacaron 15 quintales, pero en otros apenas 8. Saben que para volver a sembrar tendrán que pedir prestado, al banco "ni loco", acaso a la cooperativa. Los Michetti han visto malos años, pero pocos como este. "Estamos pensando sacar a los gerentes de la cooperativa para poner un cura", bromean.
La familia tuvo buenos años. De la última racha da cuenta la cosechadora verde que maneja Hugo. Llegar a la John Deere es el sueño de todo chacarero; ellos pudieron en 2006, con el viento a favor. Este año sembraron 200 hectáreas propias y 170 alquiladas. En la mayoría de los lotes sacaron 15 quintales, pero en otros apenas 8. Saben que para volver a sembrar tendrán que pedir prestado, al banco "ni loco", acaso a la cooperativa. Los Michetti han visto malos años, pero pocos como este. "Estamos pensando sacar a los gerentes de la cooperativa para poner un cura", bromean.
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